Testimonio de Kamila Arias, asociada de Managua, Nicaragua

 

Hola, soy Kamila, una mujer con mucha fe y decidida a enfrentar los retos que en la escuela de la vida me han correspondido vivir.

Quiero compartirles cómo llegué a la congregación de Sion como asociada, fue a través de una invitación a un curso bíblico que impartían en la capilla del barrio donde participaba de la eucaristía.

Tiempo después me invitaron a participar como oyente en las reuniones de asociados; en esa época yo era trabajadora activa del Ministerio de salud por lo que tenía una responsabilidad bastante fuerte, sin embargo, no fue obstáculo para integrarme, pues descubrí que era lo mío. En el trabajo siempre supieron que yo era una mujer de oración y por eso, respetaron mis creencias facilitandome el tiempo para asistir a las reuniones.

Asociados de Sion, Nicaragua

Con el paso del tiempo  y con la experiencia del carisma tomé la decisión de que al jubilarme dedicaría 2 años como voluntaria en la casa de las hermanas. Así un 17 de enero dejé mi hogar y familia para estar el 100 por ciento de mi tiempo al servicio de la comunidad; y a pesar de estar cerca de mi casa me propuse vivir esta experiencia al máximo.

En este tiempo he comprendido que la vida es corta para poder lograr tus metas.

Soy una asociada comprometida y puedo decir que en mi experiencia hasta hoy he enfrentado momentos de alegría como de dolor, soledad, retiro y oración. Esto me ayudó a visualizar que en este momento tengo que regresar con mi familia, a mi hogar, con una experiencia que nunca pensé vivir, agradezco el apoyo de mi familia que me ayudó a cumplir mis metas.

Me siento muy agradecida con la congregación por haberme dado la oportunidad de experimentar de cerca todo lo que se esfuerzan las hermanas. ¡Mi estadía y vivencia con Sor Ana María y Marielos ha sido maravillosa!

No omito manifestar que la misión de apoyo continuará a pesar que retorne a mi hogar.

En conclusión:

  • Experimenté muchas cosas valiosas en cuanto a la fe y conocimiento de nuestras raíces judeo-cristianas.
  • Compartí la vida consagrada y tuve una oración permanente.
  • Sentí de cerca la responsabilidad que las hermanas enfrentan cada día.
  • Nunca me faltó la comprensión y apoyo necesario.
  • Creo que no hay palabras que describan la experiencia en esta misión.